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Lo sabía, sentía ese cosquilleo que lo había perseguido siempre que era el centro de la atención. En ese momento, seis ojos lo miraban fijamente, como esperando algo de él, algo que no sabían si llegaría. Un par marrones, otro verde y unos parduzcos.
Los ojos, insinuantes, con una pregunta grabada a fuego en ellos. Los ojos pardos, a esta altura, ya se preguntaban por la salud (o la no-salud) mental de de este individuo.
Lentamente jugueteo con el interruptor, lo rozaba con el dedo, sin demasiado contacto, haciendo movimientos circulares alrededor del circulo negro, casi sobre el de color naranja. En uno de los lados, habia una palabra que nadie se preocupo por ver. Sabía que de él dependía que la inercia se cortara. Estaba parado en el final de todo, con la mano rozando "eso" y aún no se decidía. Veía el movimiento a su alrededor, mas el seguía clavado en ese metro de suelo.
Sentía pavor, se preguntaba porque estaba allí, no sabía si estaba listo para afrontar esto, lo superaba ampliamente. Momento clave, de esto dependía de que su último hilo de cordura que le quedaba.
Una anciana, casi suplicandole, se le acercó, abrio la boca como para hablar, pero nuestro hombre la rechazó:
- Señora, no me toque, se muy bien lo que hago.
La vieja se alejó visiblemente confundida y este sujeto respiro una bocanada de aire viciado.
De él, si, de él dependia que la vida de esos ojos anteriores pudiera seguir su curso, de alguna manera, de él dependia, y esa presión lo nublaba. Miró otra vez el movimiento, le quedaba poco tiempo.
Se decidió. Esto NO podía de ninguna manera fallar, o el delgado hilo de su cordura se cortaría para siempre...
Cerro firmemente los ojos, apretó los dientes, e hincó el dedo en el interruptor negro.
La inercia se cortó. El colectivo se detuvo. Los pasajeros bajaron.